De lo personal a lo transpersonal
El camino de la conciencia se inicia desde lo prepersonal, para más tarde entrar en el ámbito de lo personal y desde ahí trascender a lo transpersonal.
En la esfera de lo personal puede decirse que “tenemos el amor” el amor común que sentimos hacia los seres que nos importan con todas sus ilusiones y decepciones y, sin embargo, en la esfera de lo transpersonal “somos AMOR” Ser Amor,
es reconocerse en la propia identidad esencial como amor-lucidez.
Un estado trascendido que referencia la “filosofía perenne” y que han señalado los sabios axiales de la humanidad al legarnos mapas de acceso para recorrer el laberinto y liberarnos del condicionamiento y del prejuicio.
Este estado de clara visión y paz profunda, tanto de plenitud como de unidad, ha sido señalado por los sabios precedentes como algo que fundamentalmente se incuba en el silencio consciente y la atención sostenida.
Las experiencias transpersonales que constatan esta clara visión y que también son llamadas “experiencias cumbre” aunque aparecen fugaces en un porcentaje todavía pequeño de seres humanos, resultan enormemente transformadoras para el sujeto que las vive.
En realidad, son vivencias ampliamente registradas en múltiples estudios, se trata de vivencias en las que el sujeto de pronto se da cuenta de que “es amor” un amor cohesivo que disuelve las separaciones y fronteras de la mente y que nadie puede dar ni quitar.
Un amor que está dentro y que para reconocerlo no es menester la aparición de la persona ideal. Un amor que se mueve en la misma banda que la lucidez y la vivencia íntima de totalidad.
Muchas personas lo hemos vivido a través de experiencias muy cortas que aunque se han disuelto al cabo de horas y nos hemos visto de nuevo arrojados al escenario de la mente, es decir, el de las anticipaciones y las memorias, han dejado su particular registro para ver y entender la vida desde otro espacio de mayor plenitud y sentido.
Sucede a menudo que tras este tipo de experiencia constatamos que “acoger y señalar” ambos valores presentes en el acompañante transpersonal, son funciones en la vida
en las que merece la pena ejercitarse porque producen el íntimo regocijo de la liberación.
